El refugio antibombardeos de la plaza de Cervantes recién excavado y en perfecto estado, será un museo que lo dará a conocer. Hoy se ha retirado la caseta utilizada por los arqueólogos en la excavación y ya no hay obstáculo alguno. Sólo queda diseñar la entrada de visitantes al refugio y musealizarlo convenientemente para ofrecer un recurso más a los alcalaínos y a los visitantes.
Lo más llamativo es que el refugio tuvo poco tiempo para cumplir el cometido para el que fue construido. Según el libro de la presidenta de la Institución de Estudios Complutenses, Pilar Lledó Collada, titulado ‘Alcalá en guerra’. Tuvo un coste muy elevado para la época ya que se desembolsaron 110.000 pesetas y no parece que fuera el doble de grande que el que se construyó en la Puerta de Mártires, bajo lo que después fue la Farmacia Militar. Ese refugio en lo que hoy denominamos Cuatro Caños, sí se sabe que tenía 34 metros de longitud, por 3 metros de altura y 2 de anchura. Aquel refugio costó la mitad que el de la plaza de Cervantes, concretamente 55.669 pesetas y estaba completamente finalizado en el mes de julio de 1938.
Hay pocos datos de cuándo finalizó la obra en el de la plaza de Cervantes. Si apunta en su libro Pilar Lledó que las obras estuvieron paralizadas se supone que porque hubo problemas de sobrecostes. La realidad es que la estancia excavada tiene una longitud de 40 metros y dos metros y diez centímetros de ancho y otros dos metros y diez centímetros de alto. Es decir, la superficie del refugio es de 84 metros cuadrados y ahí era imposible que cupieran 1.000 personas. Lo excavado es muy poquito más que las dimensiones que tenía el refugio de los Cuatro Caños.
El debate abierto es si el refugio tiene continuidad por lo que habría que seguir excavando, o si era ese habitáculo. Se sabe que tenía dos entradas por lo que los técnicos se inclinan por el hecho de que lo encontrado es lo que se construyó y que no habrá más por lo que lo de el millar de personas sería una previsión antes de su construcción y que la realidad fue mucho más modesta.
Lo que sí se ha podido demostrar en la excavación fue la utilización de sillares de la antigua iglesia de Santa María en la misma plaza de Cervantes, sillares que se ven perfectamente en el refugio que sobre todo destaca por la solidez. Al término de la guerra se tapió y ahí ha continuado la vida pasando con toda la actividad de la plaza. Baste decir que hoy la maquina refrigeradora para la pista de hielo se encuentra justo encima del refugio, lo que indica la resistencia que tiene. Auténticamente a prueba de bombardeos.
Según Pilar Collada en su libro, el Ayuntamiento se hizo cargo de los dos refugios el 16 de octubre de 1938, es decir, que se supone que esa fue la fecha a partir de la cual se utilizaron como refugios por la población. El cronista de la ciudad, José García Saldaña, apuntó en un artículo en PUERTA DE MADRID que los dos refugios, el de la plaza de Cervantes y el de los Cuatro Caños estuvieron terminados mucho antes pero rodeados de tierra pues “al hacer los montículos bajo ellos era trabajo muy duro y lento. Esos montículos y las chimeneas de ventilación llevaron a la población a no querer utilizarlos por nada del mundo”.
71 muertos en 16 bombardeos
En el otoño de 1938 la guerra civil había entrada en su fase final. Desde la apertura del refugio de la plaza hasta el final de la guerra con la llegada de las tropas del general Franco a Alcalá el 30 de marzo de 1939 se redujo considerablemente el número de bombardeos sobre Alcalá. De hecho tan sólo hubo uno con víctimas mortales. Fue el del 20 de noviembre de 1938 pero fue el que más muertos dejó puesto que fallecieron 17, Pilar Lledó apunta que que doce de ellos eran jóvenes, por lo que supone que eran soldados y que las víctimas se produjeron sobre todo en alguno de los objetivos militares. En ese bombardeo hubo dos mujeres muertas, una de 37 años y otra sin identificar.
En total fueron 16 bombardeos con víctimas mortales en Alcalá, pero se calcula que hubo alrededor de 200 bombardeos en total. El primero fue el del día de la Purísima Concepción, el 8 de diciembre de 1936. Dejó nueve muertos y provocó un intento de linchar a los presos nacionales de la cárcel por parte de mucha gente venida fundamentalmente de Madrid alarmada por ese bombardeo. El linchamiento fue impedido por un anarquista, el inspector de prisiones Melchor Rodríguez.
Pilar Lledó Collada identifica con su nombre a las 71 victimas mortales a excepción de aquellas que no pudieron ser identificadas en su momento por los daños sufridos.
En los bombardeos también murió el padre de Marcos Ana.