La Catedral-Magistral de los Santos Niños de Alcalá acogió en la noche del viernes 9 de febrero una vigilia de oración por el fin de la trata de personas. Más de un centenar de asistentes presididos por el Obispo complutense, Antonio Prieto Lucena, oraron por el cese de una lacra que hoy en día siguen sufriendo 2,5
millones de víctimas en todo el mundo.
Como parte de los actos en torno a la X Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, la vigilia se desarrolló con una triple dimensión, como indicaba su lema: «Caminando por la dignidad: escuchar, soñar, actuar». Escuchar a las víctimas, a las se les han vulnerado todos sus derechos, se las ha maltratado su dignidad y se las ha tratado de forma cruel. Soñar con la conversión y cambio de actitud de los victimarios. Actuar por la visibilización de esta herida y para que la Iglesia sea un lugar de acogida, encuentro, perdón y restauración de la dignidad.
En este sentido se manifestó el Obispo complutense, cuando en su homilía afirmó: «Aunque es cierto que los responsables de la trata de personas son fundamentalmente las mafias, si nosotros no hacemos nada nos convertimos en cómplices». Asimismo, monseñor Prieto Lucenaaseguró que «es urgente que abramos nuestros ojos y oídos para reconocer la dignidad de cada persona, que a veces es pisoteada con demasiada frecuencia».
Asimismo, al recordar la figura de santa Josefina Bakhita -mujer sudanesa que en 1978, a los nueve años, fue secuestrada por traficantes de personas y vendida después hasta cinco veces como esclava- el obispo denunció que «es un escándalo que aún hoy exista la trata de personas, que pisotea la dignidad de millares en todo el mundo, que en el siglo XXI se siga repitiendo la historia de santa Josefina».
Los asistentes a la vigilia, que fueron los presentes en la Catedral-Magistral y otras 300 personas más a través de su emisión en streaming, reflexionaron sobre las implicaciones de la trata de personas a través de textos, pasajes bíblicos, oraciones, cantos del aclamado grupo musical religioso Hakuna y símbolos vinculados con elementos de la naturaleza a través de los que «Dios se hace presente y nos alienta transformar nuestra sociedad dándolos un buen uso», según explicaron los organizadores.
Desde el Departamento de Trata de Personas de la Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española, María Francisca Sánchez Vara explicó cómo podemos encontrar la voluntad de Dios que nos crea a todos libres e iguales en dignidad «en la tierra que proporciona alimento, sustento y un lugar en el que vivir; en el agua que da vida, refresca y purifica; en el aire que con su brisa nos muestra el camino; en el fuego, que da luz y calor; y en el metal, con su riqueza y que al fundirse es moldeable permitiendo gran cantidad de usos: desde arados y joyería hasta armas y cadenas».
Las heridas por las que sangra nuestro mundo
Por su parte, Francisco Javier Martínez Fernández, responsable de la recién creada
Delegación de Migraciones de la Diócesis de Alcalá, que fue la anfitriona del acto, destacó que fue «hermoso ver unidas a tantas personas de distintos puntos de la Diócesis y de más lejos, de diferentes edades y de distintas sensibilidades para rogar al Señor por la conversión de los victimarios y sus cómplices y el fin de toda situación de esclavitud». Y no solo eso, sino también para que «Dios nos conceda aprender a mirar las heridas por las que sangra nuestro mundo como una realidad que nos interpela y zarandea nuestro corazón», subrayó el sacerdote.
En esta última frase resuena el objetivo de esta vigilia de sensibilizar a las comunidades religiosas y a la sociedad civil acerca de este problema, muy oculto e invisibilizado para muchos, así como del fomento de acciones para su prevención y el acompañamiento de las víctimas. Y es que desde la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se calcula que por cada víctima identificada de la trata de personas existen 20 más sin identificar.
Los datos que maneja esta institución indican que cerca de dos tercios de las personas que sufren esta forma de esclavitud moderna son mujeres y más de la mitad son menores. Y lejos de ser un problema lejano, sus informes señalan que de las más de 350.000 mujeres con rostro e historia propios que son explotadas sexualmente en España, un 80% de ellas son migrantes en situación irregular procedentes del extranjero, fundamentalmente de Brasil, Colombia, Nigeria, Rumanía, Rusia y Ucrania.