Alcalá, 6 de mayo.- ¿Va a llegar la próxima amenaza epidemiológica por picaduras de mosquitos o la acción de otros insectos? Desde luego son cada vez más los expertos que están preocupados por el aumento cada vez mayor de casos en España de dengue, de malaria, de paludismo, de fiebre del Nilo, de fiebre exantemática mediterránea provocada por la picadura de garrapatas, o de leishmaniasis en humanos. Todo ello tiene que ver en gran medida con el cambio climático y la subida de la temperatura media y con la mayor movilidad humana.
París tiene una grave plaga de chinches que se puede extender, o se está extendiendo por todo el mundo. Las garrapatas con cada vez un mayor problema en parques y jardines de nuestras ciudad, como es el caso de Alcalá, donde los conejos son un vector importante que está extendiendo el riesgo de transmisión de enfermedades por la picadura de este insecto.
Pero ahora también se está conociendo que los conejos son también el principal vector de la vertiente humana de la leishmaniosis por la picadura de un mosquito. Los casos se han multiplicado desde 2010, sobre todo en el sur metropolitano madrileño.
Más de 800 casos humanos, de los que alrededor del 40% han sido casos viscerales, desde el brote en el suroeste de la región de 2010. La Comunidad de Madrid llevará a cabo un nuevo estudio en la región para conocer el impacto de la leishmaniasis, una enfermedad de origen animal que se transmite al ser humano, tras el brote que afectó al suroeste de la región en 2010, uno de los mayores registrados en Europa.
Para ello, llevará a cabo análisis de los vectores –flebótomo o mosquito de la arena– y de los reservorios silvestres –liebres y conejos– dentro del plan de vigilancia y control de este conjunto de enfermedades.
Se trata de una enfermedad producida por un parásito del género ‘Leishmania’, que se transmite por la picadura de un mosquito infectado por el parásito, el flebótomo o mosca de la arena. El periodo de actividad de este insecto comprende los meses de mayo a octubre.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen 1,3 millones de nuevos casos y entre 20.000 y 30.000 defunciones, a pesar de que solo una pequeña parte de las personas infectadas por ‘Leishmania’ acaban padeciendo la enfermedad.
La región vivió un brote de leishmaniasis en algunos municipios del suroeste de la región y desde que se produjeron los primeros casos en el año 2010 ha habido un aumento importante del número de casos en zonas como Fuenlabrada, Leganés, Humanes de Madrid y Getafe, aunque actualmente los casos están en retroceso.
En Europa nunca se había producido un brote con este elevado número de casos y al tratarse de un brote de carácter urbano de gran complejidad, debido a la amplitud del área afectada, fuertemente urbanizada, con una superficie aproximada de unos 125 kilómetros cuadrados y una población de más de 500.000 habitantes, en el cinturón urbano del municipio de Madrid.
Según los datos aportados por la Consejería de Sanidad, desde entonces y hasta la fecha se han reportado cerca de 800 casos humanos, de los que alrededor del 40% han sido casos viscerales, la forma más grave y que puede llegar a ser mortal en el 90% de los casos si no se trata a tiempo.
Afortunadamente, en lo que llevamos de año, hasta la semana 17 (del 22 al 28 de abril), se han registrado seis casos de leishmaniasis en la región, frente a los 24 contabilizados en el mismo periodo del año anterior, con una incidencia baja (un índice epidémico de 0,25), según los últimos datos del informe epidemiológico semanal de la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid.
LICITACIÓN DEL CONTRATO
En concreto, el departamento que dirige Fátima Matute ha publicado recientemente la licitación de un contrato para la toma de muestras y realización de las correspondientes pruebas analíticas tanto del vector (flebotomo) como de los reservorios silvestres (liebres y conejos) transmisores de la leishmaniasis para la vigilancia de esta enfermedad en la Comunidad de Madrid.
En concreto, con este servicio, que sale a licitación con un presupuesto base de 57.028,23 euros y una duración de siete meses, contempla este análisis para “permitir conocer las preferencias alimentarias y la tasa de infección del flebotomo por ‘Leishmania infantum’, así como el grado de parasitación por este tripanosomátido de las liebres y conejos”.
Los informes correspondientes de los análisis tendrán que estar finalizado el 10 de diciembre de 2024 y se contempla la posibilidad de dos prórrogas del contrato con un plazo máximo hasta esa misma fecha de 2026.
Aunque el reservorio más conocido es el perro, se ha pasado a considerar la existencia de un ciclo silvestre en el que los lepóridos (liebres y conejos), aparecen como los principales reservorios, planteando nuevos retos para la gestión.
En este marco, desde la Comunidad se subraya la necesidad de conocer las tasas reales de infección por el parásito en liebres y conejos con el fin de poder determinar el riesgo de transmisión de leishmaniasis a la población y poder diseñar y realizar un control eficaz de la enfermedad.
Para ello, este análisis contemplará el uso de técnicas dotadas de gran sensibilidad y especificidad, como es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) en material biológico para la detección de ADN de Leishmania infantum y poder determinar el grado de parasitación de los lepóridos silvestres de nuestra región.
Para el muestro del sector, se seleccionarán al menos cuatro zonas representativas tanto de la zona del brote como de otras zonas de la Comunidad de Madrid. El período de muestreo será entre los meses de junio a octubre, época de actividad del vector.
En el caso de los reservorios silvestres, se realizará un número de análisis mínimo de 200 muestras de piel y bazo de los conejos y liebres capturados en las áreas de estudio, que serán zonas representativas tanto de la zona del brote como de otras zonas de la Comunidad de Madrid.
Conocer el grado de parasitación por ‘Leishmania infantum’ de los reservorios silvestres, así como las tasas de infección y las preferencias alimentarias del vector, ayudan a definir y orientar las actuaciones de control de esta enfermedad, según se señala en la memoria de la licitación. Con ello se pretende prevenir la transmisión de esta importante zoonosis, así como lograr la reducción de su incidencia en las áreas donde se constate su presencia.
CONTAGIO Y SÍNTOMAS
El contagio a las personas se produce a través de la picadura del mosquito-flebótomo que se ha contagiado al picar previamente a un animal infectado. No se transmite por contacto directo de persona a persona o de animal a persona.
El vector implicado en la transmisión es el flebótomo, mosquito de reducido tamaño (2 a 3 mm de longitud), de color amarillo-pajizo y cuyo cuerpo, incluidas alas y extremidades, se encuentra cubierto de abundantes pelos.
Su período de actividad comprende los meses de mayo a octubre –en invierno los mosquitos-flebótomos permanecen en estado larvario y no pueden transmitir la enfermedad–, aunque puede variar en función de las condiciones climáticas. Se caracterizan por su actividad al anochecer, siempre que las temperaturas superen los 16-18ºC y la lluvia y el viento no estén presentes. Poseen una notable atracción por la luz.
Es típico su vuelo silencioso, a diferencia de otros mosquitos, y relativamente limitado en su alcance (menor de 2 kilómetros). Sólo las hembras se alimentan de sangre, y por tanto son las únicas transmisoras de la enfermedad.
La leishmaniasis cuenta principalmente con dos presentaciones clínicas, la visceral (también denominada kala-azar) con las presentaciones más graves y que afecta a varios órganos internos; y la cutánea, la forma más frecuente pero más leve..
En cuanto a los síntomas, la leishmaniasis cutánea se caracteriza por la presencia de una o más lesiones ulceradas en la piel que se desarrollan después de semanas o meses de la picadura. Generalmente son indoloras, pero pueden ser dolorosas cuando se infectan. Normalmente curan, incluso sin tratamiento, aunque pueden durar meses o años y dejar cicatrices.
En el caso de la forma visceral es la más grave y afecta a varios órganos internos, habitualmente el bazo, el hígado y la médula ósea. Generalmente los síntomas son fiebre y pérdida de peso, acompañados de un aumento del tamaño del hígado y el bazo. También pueden alterarse los análisis de sangre (anemia, entre otros).