La parroquia de San Marcos, en el barrio Venecia, celebra estos días su fiesta grande, la del santo a cuya advocación se encomendó al ser erigida por la diócesis complutense para dar el servicio religioso a una barriada muy popular y que tiene un profundo sentido cristiano parroquial. Con motivo de la festividad, el sábado 20 de abril se celebró la procesión de la parroquia por el barrio, una manifestación de fervor al santo cuya representación es la del león alado.
Presidió la procesión en representación de la curia diocesana el delegado de iniciación cristiana, Francisco Rodríguez, miembro activo de la parroquia como vecino del barrio. Junto a él estuvo el párroco Iván Bermejo. En cuanto a autoridades asistieron los concejales del PP, Antonio Saldaña, del PSOE Patricia Sánchez, y de Vox, Pilar Cruz.
El barrio Venecia como saben los alcalaínos tiene este nombre por las inundaciones que producían en él las crecidas del río Henares y que convertían las calles en una especia de Venecia en la ciudad complutense. El nombre, fruto de unos hechos cuando menos molestos como son esas inundaciones que incluso llegaban a la calle Colegios y a la actual Vía Complutense, se ha quedado para el barrio como una seña de identidad de la que se sienten orgullosos. Sus calles hacen referencia a Venecia, como la calle Gran Canal, la calle Puente Rialto, la calle Murano, la calle Góndola y la calle San Macos pero también están las calles con nombre de ríos españoles. Sin embargo el nombre de la Serenísima República de Venecia prevalece en el barrio.
Por tanto no es de extrañar que la parroquia se erigiera en honor a San Marcos, patrono de Venecia al que la iconografía representa como evangelista con la imagen de un león alado. San Marcos es el patrono de Venecia desde el año 828, sustituyendo a San Teodoro. La historia cuenta que dos mercaderes robaron sus reliquias de su tumba de Alejandría en Egipto y las escondieron en una carga de carne de cerdo para que los guardias musulmanes no lo descubrieran. En cuanto llegaron a Venecia los dos mercaderes entregaron las reliquias al dux de la Serenísima República quien ordenó construir un templo la Basílica de San Marcos.