Alcalá, 7 de enero.- El fútbol es enorme; es mucho más que un deporte de masas. Es la globalización más pura que existe; su poder de influencia en todo el mundo deja pequeño a cualquier gobierno. En todo ese contexto el fútbol español vive absolutamente desnortado. El alcalaíno Santiago Sánchez Cogedor iba a pie al mundial de Qatar a ver a la selección española de fútbol. Carácter aventurero, deporte, y fútbol como elementos protagonistas de una historia que sin embargo acabó mal. Pues bien, ahora se ha sabido que todo el apoyo que tuvo Santiago Sánchez Cogedor de la embajada de España en Irán, y del propio gobierno español hubiera tenido mucho más valor si con él hubiera estado el apoyo del mundo del fútbol español, pero éste parece vivir de espaldas a todo el mundo.
Santiago Sánchez Cogedor ya está en casa después de quince meses preso en Irán acusado de espionaje. O al menos eso se piensa porque él tampoco sabe de qué se la acusaba realmente.
Y de sus manifestaciones se desliza una afirmación que no deja demasiado bien al mundo del fútbol español, ni a la federación española, ni a la selección, ni a los clubes.
El alcalaíno llegó a Irán porque quería ir andando desde Alcalá hasta Qatar para ver el Mundial de Fútbol de 2022. “Ese era mi propósito. Mi excusa perfecta. Yo iba supercontento e ilusionado, y me hubiera esperado algún movimiento por parte de la selección española de fútbol”, lamenta.
“El juez me llegó a preguntar que si era cierto que iba a ver a España jugar el Mundial, cómo era posible que ningún jugador ni nadie del equipo mostrara una camiseta o pancarta en mi apoyo”, incide. Toma Rubiales, toma Jenny Hermoso, toma Real Madrid, Atlético de Madrid, FC Barcelona. Toma fútbol español viviendo como el cuento del rey desnudo de sus millonadas, de su superliga y de sus exclusivos intereses.
Al final el fútbol no se acordó de un simple aficionado por mucho que tratara de hacer la proeza de viajar desde España a Qatar andando para ver a su selección. ¿Qué beneficio económico les hubiera podido reportar a los supermillonarios futbolistas, a sus clubes, a su federación, el mostrar apoyo a un aficionado desconocido antes de ser detenido en Irán? ‘Algo habrá hecho’, seguramente alguno pensaría.
Es probable que ahora, al conocerse estas manifestaciones de Santiago Sánchez Cogedor, la Federación Española de Fútbol le regale una camiseta o le invite al palco en un partido de la selección. Es posible que los grandes clubes españoles hagan algo parecido. ¿Puede una camiseta o 90 minutos en el palco de un partido internacional borrar o hacer más cómodos los 15 meses pasados en una prisión de Irán?
El propio Santiago Sánchez Cogedor reconoce que fue la intermediación de Ángel Losada como embajador español en Irán lo verdaderamente crucial para su puesta en libertad. “Es mi ángel de la guarda, gracias a él ahora estoy libre. Si no llega a ser por su trabajo, yo seguiría allí recluido”.
“Le agradezco que consiguiera que pasara a disposición judicial, hicieran el teatro de juicio que hacen ellos, porque sabían perfectamente que no soy ningún espía, y semanas después me soltaran”, manifiesta.
Con todo, Santiago se lleva algo muy importante de esta experiencia: “Me quitaron la libertad, pero eso hizo que tuviera tiempo para hacer un viaje muy bonito por mi interior, un viaje espiritual por mi propio cuerpo”.
“Todo el daño y el dolor que me han causado me ayudan a ser mejor persona. También he aprendido que hay que disfrutar del momento, que hay muchas cosas que hacer en la vida y no podemos perder ni un solo día”.
“Todavía no sé muy bien por qué me detuvieron, si fue una trampa que me tendió un chico iraní o qué ocurrió, pero tampoco me interesa, lo quiero dejar atrás. Sé que me detuvieron por un posible espionaje, lo que me podía conducir a una sentencia de muerte”, ha sostenido Sánchez Cogedor.
En cuanto al chico iraní que podría haberle tendido una trampa, Santiago indica que no lo conocía previamente. “Yo llegué al país y este chico venía del Kurdistán, del norte de Irak, desde 1.700 kilómetros de distancia”, explica, señalando que le pareció “muy raro” que viniera desde tan lejos a por él. “Fue una trampa, un tinglado que montaron. Me llevó a un pueblo y ahí nos hicimos una foto, luego vino la detención”, añade.
“No nos damos cuenta de lo que tenemos en España, ni lo afortunados que somos por haber nacido aquí, por tener un pasaporte español”, asegura. “Allí es totalmente diferente, otra cultura, otro mundo. No digo que sea mejor o peor, pero de verdad que no sabemos la suerte que tenemos de vivir en Occidente”, insiste.
No obstante, agradece la hospitalidad del pueblo iraní, algo que le ha llamado la atención: “Cuando digo pueblo me refiero a la gente de a pie, a los presos que estaban conmigo. Me han cuidado de una forma brutal. Me trataban como uno más y me intentaban ayudar en cualquier cosa, eso es algo inolvidable”.
Lidiar con el miedo
“El miedo y la incertidumbre aminoran con el tiempo”, asegura al detallar cómo consiguió lidiar con el miedo. “Era muy difícil saber qué ocurría porque allí son otras leyes, no las conoces, y no sabes a qué te puedes enfrentar”, agrega.
De hecho, reconoce que cuando le detuvieron y pasaron 72 horas pensaba que le soltarían, “como hubiera ocurrido en España”, pero al final estuvo detenido quince meses sin pasar por delante de un juez.
Así, en un país totalmente diferente y detenido sin saber cómo terminaría, tuvo que sacar fuerzas de donde no había para aguantar: “Es muy probable que me las mandaran personas que no están aquí, sino en el cielo. Son personas que, estando en esa celda tan pequeña, las veía y me mandaban fuerzas”.
“Con las personas que se preocupaban por mí desde España, no pude hablar, estaba totalmente incomunicado. Yo llegué a hablar con las hormigas de la celda. Aquello fue muy duro”, confiesa al señalar que también le costó lidiar con la pérdida de la noción del tiempo.
En este sentido, Santiago Sánchez relata que “no sabía si era lunes o martes”. “En Irán ahora están en el año 1400 y su viernes es el último día de la semana. Me encontraba totalmente desnortado”, explica.
Ahí estuvo retenido los últimos quince meses, pero afirma que ahora solo quiere centrarse en vivir el presente: “Lo que quiero es disfrutar del momento, de mi familia y mis amigos, y que esto continúa, nada es el final”.