Con la satisfacción de ver publicado en el Puerta del pasado 22 de diciembre el
artículo sobre la localización y buen estado de conservación del refugio antiaéreo de la Guerra Civil ubicado bajo la Plaza de Cervantes, por lo que ello implica respecto al rico patrimonio histórico complutense, es deseo del autor completar esta gran noticia haciendo un breve repaso a los antecedentes del por qué de esta construcción y de los bombardeos que sufrió nuestra ciudad en ese periodo tan oscuro de la historia de España comprendido entre julio de 1936 y abril de 1939.
A comienzos de 1936 Alcalá contaba con una población de algo más de catorce mil
habitantes, con dos industrias principales, la cerámica Estela y Forjas de Alcalá. Así
mismo, la ciudad tenía una guarnición de dos regimientos de caballería, el de
Calatrava (que había sido anteriormente el de Lanceros de la Reina nº 2) y el de
Villarrobledo (denominado anteriormente del Príncipe nº 3). Por motivos de
oportunidad y lealtad política, ambos regimientos fueron trasladados a mediados de mayo de ese año a Salamanca el primero, y a Palencia el segundo, con el fin de
alejarlos de Madrid, pues ya se respiraba cierto ambiente de golpe militar ante el
deterioro de la situación política y social que experimentaba el país, siendo ambos
regimientos de dudosa lealtad al gobierno del Frente Popular por los acontecimientos vividos en Alcalá meses anteriores, que habían desembocado en algunos enfrentamientos con ciertos elementos de la población civil.
En esas mismas fechas se ordenó el traslado a Alcalá de otras dos unidades militares, en teoría más afectas al gobierno republicano. En concreto el Batallón de Infantería Ciclista, que se ubicó en el cuartel del Príncipe en la Plaza de San Diego, y el 7º Batallón de Zapadores-Minadores que se trasladó al Cuartel de Lepanto, totalizando una fuerza de unos mil trescientos efectivos.
Otras dos unidades armadas convivían en Alcalá en 1936, el Aeródromo Barberán y
Collar que albergaba la Escuela de Vuelos y Combate de Aviación, en el margen
derecho de la carretera que une Alcalá con Meco, así como una compañía de la
Guardia Civil ubicada en su cuartel del antiguo Colegio de la Madre de Dios, en la calle Colegios.
El 18 de julio, la mayoría de los efectivos de la Guardia Civil y de los aviadores
destinados en Alcalá, permanecen fieles a la República, aunque algunos como el
comandante Gómez Jordana, jefe del aeródromo o los capitanes Garcia Morato, o
Carlos de Haya profesores de vuelo y proclives al levantamiento militar no se
sublevaron en la ciudad al encontrarse de vacaciones fuera de la misma.
En cuanto a las otras unidades militares acantonadas en la ciudad, mencionadas
anteriormente, una parte de la oficialidad se sublevó y tomó diferentes zonas de la
población, y otra permaneció fiel al gobierno. Esta situación se resolvería dos días mas tarde al tomar Alcalá una unidad del ejercito republicano al mando del coronel
Puigdendolas apoyado por columnas de milicianos procedentes de la zona este de
Madrid, permaneciendo desde entonces la ciudad en zona de la Republica hasta casi el final del conflicto.
Alcalá sufrirá ataques aéreos por parte de la aviación nacional en más de doscientas ocasiones, con dos objetivos principales, el casco urbano de la ciudad, por la cantidad de unidades militares republicanas allí estacionadas, y la zona ocupada por aeródromo Barberán y Collar y el “manicomio” que se convirtió en un gran cuartel de fuerzas terrestres, gozando ambos de una gran importancia estratégica.
Pasando a enumerar las unidades republicanas albergadas en Alcalá durante la
guerra, se encontraban el Cuartel General del Ejercito del Centro y posteriormente de las Fuerzas de Defensa de Madrid, mandadas por el general Miaja, la 1ª Brigada Mixta al mando de Líster, y poco después, la 46 División comandada por El Campesino, así como diversas unidades acorazadas y motorizadas rusas, todas ellas con sus escalones de apoyo logístico, la mayoría ubicadas en el casco urbano, con especial presencia en la zona de Forjas que fue utilizada como talleres de los vehículos, y el Parque O’Donnell, usado como aparcamiento camuflado de los carros de combate y otro material.
En cuanto a la aviación, además de la propia escuela de vuelos, enseguida se ubicó
en el aeródromo Barberán y Collar, y alternando con el de Barajas, la escuadrilla
España, también conocida como Escuadrilla Malraux de voluntarios internacionales.
Tambien a primeros de noviembre se establecieron en el aeródromo las fuerzas de
caza rusas con modernos aviones I-15 Chato e I-16 Mosca, y también algún
bombardero SB-2 Katiuska, con cerca de quinientos militares de esa nacionalidad
entre asesores, tripulaciones de vuelo, personal de mantenimiento y auxiliares, la
mayoría residiendo en los colegios de Málaga, San Felipe de Neri y Escolapias.
Ante esta importante fuerza militar desplegada en la ciudad, Alcalá se dota de una
serie de refugios antiaéreos, más de una veintena, la mayoría de carácter particular, y otros de carácter público o militar, como el caso de los tres existentes en el aeródromo, y de los cuales se conserva hoy día el principal, en la parte trasera de la capilla de campaña dedicada a la Virgen de Loreto. Otros de carácter público se construyeron en las cercanías de la Puerta de los Mártires (Cuatro Caños), en el Hospital Militar (Plaza de la Victoria) y el protagonista de este artículo, el de la Plaza de Cervantes.
Durante el tiempo que duró la guerra, hubo 18 bombardeos con víctimas mortales
constatadas en nuestra ciudad, comenzando el primero el 8 de diciembre de 1936 con diez víctimas y numerosos heridos, dando origen al intento de asalto a la cárcel
alcalaína donde estaban presos numerosos partidarios del bando nacional, y cuyo
linchamiento fue evitado por el entonces Delegado de Prisiones de la Republica
Melchor Rodriguez el “Ángel rojo”. Once días mas tarde tuvo lugar el siguiente
bombardeo el 19 de diciembre, con una víctima mortal.
El año 1937 comienza con el tercer bombardeo con nueve fallecidos y numerosos
daños materiales, llegando la época más álgida de los ataques aéreos en el mes de
marzo de ese año con siete diferentes jornadas de asedios desde el aire, con casi
veinte fallecidos, entre ellos el jefe del aeródromo, comandante Agustín Sanz el 23 de marzo.
Ese mismo año, el 26 de abril, coincidiendo con el bombardeo de Guernica, fallecen
en Alcalá otras seis personas y más de setenta casas son destruidas o seriamente
dañadas por otro ataque. Mayo, julio y noviembre del 37 también se verán incluidos en la lista de meses donde se produjeron incursiones con víctimas por la aviación
franquista.
Aunque 1938 fue un año más tranquilo en esta actividad, el 20 de noviembre del
mismo tuvo lugar el peor de todos los bombardeos, causando diecisiete víctimas, de las cuales doce eran militares y cinco civiles.
Usando la siempre fría e inhumana estadística, se totaliza un número total de setenta y un fallecidos de los que se tiene constancia escrita, con la siguiente clasificación:
34 militares
12 civiles hombres
17 civiles mujeres
8 civiles niños
Terminada la guerra, la mayoría de estos refugios antiaéreos fueron abandonados o
soterrados, como el de la Plaza de Cervantes, aunque algunos se usaron para otros
fines, en especial los particulares, como bodegas o almacenes.
Para la confección de este artículo, el autor se ha inspirado en diferentes fuentes
abiertas, pero quiere destacar varias publicaciones de Jose Felix Huerta Velayos
dedicadas a la historia militar de Alcalá y en especial el libro de Pilar Lledó Collada
titulado “Alcalá en guerra” de editorial Brocar, así como la biblioteca y la hemeroteca
del Archivo del Movimiento Obrero y del Centro de Documentación Municipal de
Alcalá.
Baltasar Bermejo
(Miembro de la Institución de Estudios Complutenses)
Email: balta.berme17@gmail.com
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