Alcalá, 29 de febrero.- Toda despedida de un negocio es triste pero más lo es cuando ese negocio es tan entrañable y familiar como la peluquería Hermanas Alejandre, situada en el número 11 de la calle Mayor. “He peinado a tres generaciones de alcalaínas: Tengo clientas a las que peiné para su boda; luego vinieron sus hijas y después sus nietas. Por aquí ha pasado toda Alcalá”, reconoce a PUERTA DE MADRID su propietaria, María del Carmen Alejandre, cofundadora de la peluquería junto con su hermana, Josefina Alejandre. Hoy 29 de febrero es el último día y cierra definitivamente este establecimiento poniendo el punto y final a una trayectoria profesional de 53 años en los que lo profesional se ha unido a un ambiente muy acogedor y familiar en el que peluqueras y clientas han tenido una relación muy estrecha.
Si algo ha caracterizado estos 53 años de vida de la peluquería Hermanas Alejandre es que entre sus paredes se ha desarrollado la vida con mayúsculas, con sus confidencias, sus celebraciones, sus tristezas y el aliento siempre entre peluqueras y clientas.
“Por aquí ha pasado toda Alcalá. ¡Qué sé yo cuantas clientas; miles! Y todas han tenido un servicio muy profesional, pero también un trato muy familiar, muy cercano”, afirma María del Carmen Alejandre poco antes de poner el cierre a la peluquería: “Por aquí hemos tenido también a muchas peluqueras que han dado lo mejor de sí mismas. Las dos ultimas que me acompañan son Carmen y Dosi”.
Esta historia de 53 años comenzó en 1970 cuando María del Carmen Alejandre y su hermana Josefina abrieron su peluquería en la calle Mayor y comenzaron a dar un servicio muy novedoso en aquellos tiempos en Alcalá. Porque en efecto, la peluquería Hermanas Alejandre llegó a la calle Mayor ofreciendo un servicio integral de belleza completamente moderno: “En peluquería hemos hecho de todo, con infinidad de estilos de peinados. Pero también nos distinguimos por ser las segundas en toda España en tener un salón de uñas esculpidas”.
La peluquería fue avanzando en el tiempo ofreciendo un servicio en el que se desarrollaban siempre las últimas tendencias en peinados y, sobre todo, fidelizando a sus clientas, algo que es clave en el mundo de la peluquería pero que no todo el mundo consigue y sobre todo durante tanto tiempo y con hasta tres generaciones de mujeres.
Ahora no hay más remedio que cerrar la peluquería. La propietaria merece y necesita el descanso de la jubilación pero se va con lágrimas en los ojos, unas lágrimas que han estado aflorando a su rostro cada vez que anunciaba a cada clienta el cierre y que eran correspondidas con las lágrimas de las propias clientas.
Ha sido un placer leerlos, es la primera vez que os leo.