Bilbao, 17 nov (EFE).- El artista vizcaíno Agustín Ibarrola, un referente de la vanguardia artística de la segunda mitad del siglo XX y del compromiso con la democracia y la libertad, ha fallecido este viernes a los 93 años en el hospital de Galdakao.
El pintor y escultor vizcaíno siempre aunó durante toda su carrera el compromiso artístico y el político, que le llevó a ser torturado y encarcelado durante el franquismo y después a que su obra fuera atacada por su activismo contra el terrorismo de ETA.
De hecho, los dos caseríos-taller que tuvo fueron atacados, el primero por la ultraderecha española que lo incendió en 1975 y el segundo por la izquierda abertzale con pintadas en apoyo a los presos de ETA.
“Estuvo muy comprometido con su tiempo, vivió en un momento muy intenso, y con la gente; política, social y humanamente; y profundamente comprometido con el arte, que para él era una actividad humana, no divina”, y siempre tenía un componente humano, ha declarado hoy a EFE su hijo, José Ibarrola.
Por esta doble faceta, las reacciones a su muerte han sido numerosas, tanto desde el mundo de la cultura y el arte, como desde el de la política.
Así, el Museo Reina Sofía y el Círculo de Bellas Artes de Madrid han destacado que fue un “artista fundamental de la vanguardia española de la segunda mitad del siglo XX”, mientras que el Bellas Artes de Bilbao lo ha considerado “uno de los creadores vascos más representativos de la segunda mitad del siglo XX” y el Guggenheim ha dicho que sus “obras forman parte de la iconografía contemporánea”.
El museo Oteiza ha subrayado la amistad y colaboración del artista guipuzcoano con Ibarrola y su papel “en los procesos de construcción colectiva que, desde al arte, determinaron la evolución de la militancia y la resistencia cultural de la segunda mitad del siglo XX”.
Por su lado el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, ha abogado por el reconocimiento del artista y ha dicho EFE que “es una de las grandes personalidades del arte vasco desde la segunda mitad del siglo XX, una cumbre tan alta como las de Oteiza o Chillida”.
Desde la política, al margen de las condolencias de los gobiernos español y vasco, se ha hecho hincapié en el “compromiso” que demostró toda su vida por la democracia y la libertad.
El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha comentado que fue “un artista de vanguardia excepcional” y que “su compromiso con los derechos humanos ha sido, también, siempre incontestable”.
Su antecesor y ahora portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, lo ha considerado un “luchador incansable y referente de la dignidad” y el popular Carlos Iturgaiz “un gran demócrata comprometido con la libertad en su tierra vasca”.
El PCE-EPK ha recordado su militancia en el partido en el franquismo y su “compromiso en el rechazo a la violencia terrorista en Euskadi, de la que fue víctima y por el que fue injustamente señalado”.
El presidente de Vox en Bizkaia, Niko Gutiérrez, ha dicho que no llora el fallecimiento de un amigo (compartieron militancia en Basta Ya y UPD), sino que “llora de rabia, sin entender por qué hemos vivido como perros gracias al nacionalismo”.
Por su parte, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, le ha rememorado como un “militante contra el franquismo y contra el terrorismo”, que fue el autor del logotipo del sindicato.
Agustín Ibarrola (Basauri 1930-Galdakao 2023) destacó muy joven y con 25 años se trasladó a París, donde fundó el grupo ‘Equipo 57’ con Ángel y José Duarte y Juan Cuenca.
Comenzó entonces una etapa de pintura ‘social’ muy vinculada a las luchas obreras en Bizkaia en el franquismo, con cuadros sobre las fábricas, las manifestaciones y la represión.
Las alargadas figuras humanas, normalmente representando a los obreros, que creó en este periodo han quedado como una de las principales “marcas” de Ibarrola, tanto en pintura como en escultura, como la txapela y el bigote lo son de su persona.
En los años 80 comenzó una etapa artística centrada en las intervenciones en la naturaleza, llenas de color, cuya gran referencia es el Bosque de Oma, junto a su caserío en Kortezubi, donde pintó unos 500 pinos entre 1983 y 1991.
Otras de sus intervenciones en la naturaleza fueron “Los cubos de la memoria” de la escollera del puerto Llanes (Asturias), las pinturas en un conjunto de rocas en un monte de Gautegiz Arteaga (Bizkaia), el “Bosque de olmos” junto al Puente Romano de Salamanca, en Muñogalindo (Ávila) y en el bosque de O Rexo (Ourense).
En este periodo, el último creativo antes de retirarse debido a la enfermedad que le ha afectado desde hace años, también se dedicó a la escultura, con piezas de traviesas de tren y con obras de gran tamaño de hierro para ser instaladas en espacios públicos y en más de un caso dedicadas a las víctimas del terrorismo.
Al pintor vizcaíno se le han dedicado exposiciones antológicas en Madrid (individual y luego otra del Equipo 57) y en su localidad natal, Basauri, y en las últimas décadas ha recibido numerosos homenajes y reconocimientos, tanto artísticos como políticos.
En 2021, el Museo Bellas Artes de Bilbao compró su “Guernica” y lo presentó con una exposición en torno a este cuadro de gran tamaño.
Así, el Museo Reina Sofía y el Círculo de Bellas Artes de Madrid han destacado que fue un “artista fundamental de la vanguardia española de la segunda mitad del siglo XX”, mientras que el Bellas Artes de Bilbao lo ha considerado “uno de los creadores vascos más representativos de la segunda mitad del siglo XX” y el Guggenheim ha dicho que sus “obras forman parte de la iconografía contemporánea”.
El museo Oteiza ha subrayado la amistad y colaboración del artista guipuzcoano con Ibarrola y su papel “en los procesos de construcción colectiva que, desde al arte, determinaron la evolución de la militancia y la resistencia cultural de la segunda mitad del siglo XX”.
Por su lado el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza, ha abogado por el reconocimiento del artista y ha dicho EFE que “es una de las grandes personalidades del arte vasco desde la segunda mitad del siglo XX, una cumbre tan alta como las de Oteiza o Chillida”.
Desde la política, al margen de las condolencias de los gobiernos español y vasco, se ha hecho hincapié en el “compromiso” que demostró toda su vida por la democracia y la libertad.
El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha comentado que fue “un artista de vanguardia excepcional” y que “su compromiso con los derechos humanos ha sido, también, siempre incontestable”.
Su antecesor y ahora portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, lo ha considerado un “luchador incansable y referente de la dignidad” y el popular Carlos Iturgaiz “un gran demócrata comprometido con la libertad en su tierra vasca”.
El PCE-EPK ha recordado su militancia en el partido en el franquismo y su “compromiso en el rechazo a la violencia terrorista en Euskadi, de la que fue víctima y por el que fue injustamente señalado”.
El presidente de Vox en Bizkaia, Niko Gutiérrez, ha dicho que no llora el fallecimiento de un amigo (compartieron militancia en Basta Ya y UPD), sino que “llora de rabia, sin entender por qué hemos vivido como perros gracias al nacionalismo”.
Por su parte, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, le ha rememorado como un “militante contra el franquismo y contra el terrorismo”, que fue el autor del logotipo del sindicato.
Agustín Ibarrola (Basauri 1930-Galdakao 2023) destacó muy joven y con 25 años se trasladó a París, donde fundó el grupo ‘Equipo 57’ con Ángel y José Duarte y Juan Cuenca.
Comenzó entonces una etapa de pintura ‘social’ muy vinculada a las luchas obreras en Bizkaia en el franquismo, con cuadros sobre las fábricas, las manifestaciones y la represión.
Las alargadas figuras humanas, normalmente representando a los obreros, que creó en este periodo han quedado como una de las principales “marcas” de Ibarrola, tanto en pintura como en escultura, como la txapela y el bigote lo son de su persona.
En los años 80 comenzó una etapa artística centrada en las intervenciones en la naturaleza, llenas de color, cuya gran referencia es el Bosque de Oma, junto a su caserío en Kortezubi, donde pintó unos 500 pinos entre 1983 y 1991.
Otras de sus intervenciones en la naturaleza fueron “Los cubos de la memoria” de la escollera del puerto Llanes (Asturias), las pinturas en un conjunto de rocas en un monte de Gautegiz Arteaga (Bizkaia), el “Bosque de olmos” junto al Puente Romano de Salamanca, en Muñogalindo (Ávila) y en el bosque de O Rexo (Ourense).
En este periodo, el último creativo antes de retirarse debido a la enfermedad que le ha afectado desde hace años, también se dedicó a la escultura, con piezas de traviesas de tren y con obras de gran tamaño de hierro para ser instaladas en espacios públicos y en más de un caso dedicadas a las víctimas del terrorismo.
Al pintor vizcaíno se le han dedicado exposiciones antológicas en Madrid (individual y luego otra del Equipo 57) y en su localidad natal, Basauri, y en las últimas décadas ha recibido numerosos homenajes y reconocimientos, tanto artísticos como políticos.
En 2021, el Museo Bellas Artes de Bilbao compró su “Guernica” y lo presentó con una exposición en torno a este cuadro de gran tamaño.