Esto es la tercera división RFEF, un pozo, un auténtico cementerio de elefantes y una categoría en la que no bastan glorias pasadas, ni centenarios que celebrar. En la tercera RFEF hay que ponerse el mono de trabajo y eso equipos como el Canillas lo llevan en el ADN. Los del distrito de Hortaleza llegaron a la ciudad complutense con el mono de trabajo; de poco le sirvió al Alcalá el traje de etiqueta que se puso tras las dos victorias consecutivas.
Partidos así son los que empequeñecen a una entidad como el Alcalá. La incapacidad de hace gol -solo lo consiguió de penalti a los 83 minutos por mediación de Arribas- condenó, y condena al Alcalá.
Lo más grave es que el conjunto rojillo se enfrentó a un equipo mermado que a los once minutos se quedó con un hombre menos por una justa expulsión al derribar a Barca cuando se quedaba solo ante el guardameta del Canillas.
Sin embargo el equipo de Hortaleza, con el mono de trabajo puesto, fue un coloso y sus jugadores se multiplicaron. Supieron defender mientras que el Alcalá se estrellaba con los palos, con colosos vestidos de azul y con la propia incapacidad de sus jugadores.
Los de azul primero marcaron en una contra el 0-1 en las postrimerías del primer tiempo. Y después, en la reanudación tras el descanso, a los 49 minutos, llegó el 0-2 de penalti. Demasiado para un Alcalá con traje de etiqueta pero con poquísimos recursos. Hubo que esperar a los 83 minutos para que de penalti acortara distancias Arribas. Después, a los 94 minutos fue expulsado otro jugador del Canillas, pero ni ante nueve jugadores el Alcalá fue capaz de empatar siquiera el partido en los cinco minutos que quedaban.
Esto es la tercera y esto es lo que hay. El Alcalá volvió a perder en casa no sólo un partido sino mucha credibilidad. Y eso es lo preocupante.