Concejal socialista en el Ayuntamiento de Alcalá en la primera corporación municipal democrática, la presidida por Carlos Valenzuela de 1979 a 1983, Fidel Vela fue, sobre todo, un magnífico escritor. El día 31 de agosto falleció a los 89 años de edad. A continuación publicamos una semblanza de su hijo Octavio Vela.
¡QUE SOLOS SE QUEDAN LOS VIVOS!
A mi padre Fidel Vela García, de quién tanto aprendí…
(*)
“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.”
Antonio Machado.
Aunque nació en un pequeño pueblo de la provincia de
Soria, Arcos de Jalón, un 24 de abril de 1934, pronto se
trasladó a las afueras de Sigüenza, a una casilla cercana a
la vía. Su padre, Segundo, por entonces jefe de obras y
mantenimiento de las vías del tren, y su madre Segunda,
dedicada a sus labores, procedían de Horna, pueblo a pocos
kilómetros de Sigüenza, donde nace el río Henares. Era el
mediano de tres hermanos. Familia muy humilde, le tocó
vivir su infancia durante la guerra civil y la postguerra. A
pesar de la escasez de alimentos, algunos ingresos, un
pequeño huerto y algunos animales domésticos le
permitieron a él y a su familia ir saliendo adelante.
Su infancia la recuerda con agrado, jugando en la calle con
sus amigos, yendo a la escuela, recordando a sus
profesores y sus enseñanzas con entusiasmo, viviendo
aquella época de su vida con alegría a pesar de todo.
Quedó huérfano de padre a los catorce años. Una mala
caída inspeccionando una obra y una posterior infección
que no pudo superar (siempre me decía que si hubiera
llegado entonces la penicilina a España se hubiera salvado
su padre, no lo sabremos nunca). Este hecho, que marcó su
adolescencia, supuso un durísimo golpe.
Acabó los estudios obligatorios. Se trasladó al centro de
Sigüenza, viviendo en diferentes casas durante unos años.
Tuvo varios trabajos, me habló de la fábrica de hielo, de la
fábrica de gaseosas, etc. La situación exigía obtener
ingresos.
Quizás fue en esta época, en su adolescencia tardía donde
con sus amigos, se inició en él su inquietud literaria y
política.
Lector incansable, se compraba con el poco dinero que le
sobraba, libros y libros de la colección Austral (los más
baratos por entonces) que todavía conserva en su biblioteca
de cientos de libros.
También empezó a descubrir el placer de escribir sus
propias novelas y a contar historias. Fue también durante estos años cuando comenzó a fumar.
Me decía que, al principio no le gustaba, que no disfrutaba
y que empezó por emular a los que fumaban.
Se presentó a numerosas oposiciones, la Renfe, al Banco de
Aragón, en este último obtuvo una plaza. Su situación
cambió radicalmente, no solo logró una cierta estabilidad en
lo económico, sino también en lo personal. De esta época
son sus primeras novelas, “La consulta”, “La oficina”, el libro
de viajes “De Sigüenza a Gormaz”, “Las leyes del éxito”, “El
Ruta”, “Los Acorralados” (a este último me referiré más
adelante). Cuando le preguntaba “¿cuánto tardabas en
escribir estos libros?”, me respondía que tres meses. Esto
da una idea de lo prolífico que era en este período.
Su vida transcurrió entre muchos amigos, charlas literarias,
incursiones en la política (aunque no eran momentos
aquellos y menos en un pueblo, para significarse
políticamente).
Años más tarde conoció a la que fue su mujer durante más
de sesenta años, mi madre Dolores “Loli”, y tuvo dos hijos.
Por entonces ya vivía en un piso encima de lo que ahora es
el Banco de Santander antes Banco de Aragón.
A principio de la década de los setenta, y debido a la
absorción del Banco de Aragón por el Banco Central, le
ofrecieron una plaza en Alcalá de Henares, que suponía
ascenso de categoría y de sueldo. Fue una decisión
importante en su vida y para su familia, aceptó la plaza, sin
duda pensando que era lo mejor para todos nosotros, y a
mediados de 1971 nos fuimos a Alcalá a vivir, yo con 7 años
y mi hermana con 3 años. Fue una decisión dura, acababa
de fallecer la madre de mi madre y costó adaptarse a la
nueva situación.
Poco a poco, mi padre y todos nosotros, nos fuimos
integrando en la sociedad alcalaína. Aparte de la literatura,
su otra gran pasión fue la política. Así, junto con otros
compañeros participó en la constitución de la agrupación
socialista de Alcalá, fue concejal de la ciudad durante dos
legislaturas consecutivas, presidente de la mancomunidad
de aguas del Sorbe, y otros cargos. No cobró nunca de la
política. La incompatibilidad con su trabajo para dedicarle
más tiempo, le llevó a dejarla, pero siguió siendo un
militante activo, participando vivamente en mejorar su
ciudad, escribiendo artículos de todo tipo que enviaba a los
medios de comunicación para su publicación. Ya en su
jubilación siguió participando, escribiendo, con
interminables paseos por la ciudad, saludando a la gente,
porque tenía muchos amigos en la ciudad.
Todo ello, sin olvidar sus orígenes, viajábamos a Sigüenza,
en cuanto tenía unos días de vacaciones, y por supuesto,
todos los veranos. Construyó su casa en la “finca”,
terrenos que compró años atrás, era muy feliz esas temporadas, estaba con toda la familia, volvía a saludar a sus muchos amigos del pueblo y a algunos que como él volvían de vacaciones. Este periodo de estancia en Sigüenza se amplió todavía más cuando se jubiló, a veces desde principios de junio hasta finales de octubre, solía decir que cuando el calor apretaba en Alcalá era cuando decidían irse a Sigüenza donde el verano se hacía más soportable.
En estos últimos años, durante el verano, hicimos algunas
excursiones. Una de ellas, fuimos a su pueblo natal,
estuvimos en su casa de nacimiento en Arcos, junto a la
estación, incluso estaba habitada. Hicimos fotos, fue muy
entrañable. Visitamos Soria una vez más, paseamos por el
centro, por la dehesa, ermita de San Saturio, el río Duero,
evocó a Machado al que tanto leyó y admiraba. Visitó su
tumba en el pueblo de Colliure.
Otra excursión que hicimos, ahora en coche, emuló el libro
de viajes que hizo en su juventud. Así pasamos por Atienza,
Rello, El Burgo de Osma, y Gormáz, con su majestuoso
castillo.
Fueron excursiones que siempre recordábamos mi padre y
yo, con mucha alegría. También fue en Alcalá donde vieron la luz otras
publicaciones, como “Conversaciones en la ciudad de Alcalá
de Henares”, “Proceso de paz”, “Cuentos del Henares”, “El
Túnel”, “Diga Dos”, “Propuesta democrática”, numerosos
artículos y narraciones, etc.
De joven practicó mucho deporte, atletismo, fútbol, pero lo
que realmente le gustaba era el tenis. En Sigüenza jugaba
con sus amigos en unas eras al pie del castillo. De vez en
cuando les acompañaba yo con cuatro o cinco años, y era a
mí al que tocaba ir a recoger la pelota cuando se caía
ladera abajo. Allí aprendí también a jugar al tenis.
Posteriormente jugábamos en el terreno donde construyó la
casa, nos pasábamos horas jugando al tenis allí todos los
veranos. Se hizo socio del ya desaparecido club
Valdeláguila, a unos kilómetros de Alcalá, un club
multidisciplinar donde cada deporte tenía sus propias
instalaciones y donde íbamos a jugar al tenis varios días por
semana. Con el buen tiempo pasábamos el fin de semana
allí.
Fueron tiempos que los recordábamos con agrado.
Le gustaba jugar a las cartas. Era un extraordinario jugador
de “guiñote”, juego muy popular en estas tierras de
Guadalajara y Soria, al “tute”, al “subastao”, etc. Lo jugaba
en su juventud con sus amigos en Sigüenza, en las
tabernas, en el casino, y también lo jugaba con su familia,
donde éramos muy aficionados también a los juegos de
cartas.
Era un gran conversador, y me hablaba de que había
asistido en varias ocasiones a tertulias literarias en Madrid,
en el café Gijòn, entre otros, donde conoció a escritores
que más adelante se convirtieron en grandes figuras de la
literatura española.
De los múltiples debates, discusiones, a veces acaloradas,
que manteníamos siempre que nos veíamos, sobre todos
los temas que se terciaban ese día, siempre aprendía algo.
Siempre me decía algunas frases y buenos consejos cuando
conversábamos, que, a base de repetírmelas, se me han
grabado para siempre.
Cuando se producía el fallecimiento de algún familiar o de algunos de sus amigos, me decía, “hijo que solo se quedan
los vivos”, y yo le contestaba,” papá ¿no será al revés? “que solo se quedan los muertos” y me respondía “ya te darás cuenta cuando tengas mi edad, que solo nos vamos quedando los vivos”.
Le gustaba pasear, lo hacía en Sigüenza, por el pinar, por
sus montes y fuentes, por el pueblo, y lo hacía también por
las bonitas calles alcalaínas, a veces, durante horas. Ya
cumplidos los ochenta años, los amigos a los que saludaba
en sus paseos le decían lo bien que le veían pese a la edad,
y yo se lo recordaba a veces y me contestaba, “hijo, es
verdad, ahora me encuentro bien, pero hay que estar
vigilante porque la salud se pierde en dos días”. Sin duda,
tenía también razón.
Cuando le felicitábamos en sus cumpleaños, nos decía, “es
bueno ir cumpliendo años, porque la alternativa no es muy
recomendable”.
O esta otra, cuando me comentaba que el mayor acto de
solidaridad era cuidar de sí mismo. Yo le contestaba que
resultaba un poco egoísta, y me replicaba, “no hijo, si tú
estás sano podrás cuidar de los demás y nadie deberá
cuidar de ti”. Me convencía ante tales argumentos. Así era
él.
Sin duda, lo que hizo más feliz a mi padre, fueron sus
cuatro nietos, una chica y tres chicos. Los adoraba. Siempre
preguntando por ellos, por sus estudios, por su salud.
Cuando lo visitaban siempre tenía preparado algún dulce, si
era en Alcalá, la costrada alcalaína, o las famosas
almendras garrapiñadas de las monjas clarisas de Alcalá. Si
era en Sigüenza, les compraba bizcochos borrachos de
Guadalajara, helados, y algún dulce seguntino.
Siempre se caracterizó por su seriedad en todo lo que
hacía, muy ordenado, incluso llevaba una contabilidad diaria de todos los gastos e ingresos, con su libro diario, mayor y balances. Muy meticuloso en lo que hacía.
También tenía un gran sentido del humor. Siempre me
repetía algunas situaciones o comentarios graciosos, como
aquel en que su nieta, muy pequeña todavía, le decía,
cuando le vio un día tomarse una pastilla, “abuelo, ¿por qué
te tomas esa pastilla de color rosa que es de mujeres? Tú
tienes que tomar la de color azul que es de hombres”. O
aquel día que pagando en un restaurante con tarjeta de
crédito y marcando el número PIN en el datafono con
discreción, su nieta, que en eso momento estudiaba los
números, iba cantando en voz alta el número secreto que
marcaba mi padre. O en otra ocasión, uno de sus nietos, le
comentaba “¿abuelo, por qué compras todos los días el
periódico? Cómprate uno para siempre”.
Fue un luchador toda su vida, una persona hecha a sí
misma, austero, poco amante del lujo y de lo superfluo,
ahorrador. Una persona honrada, defensor de sus ideas y
principios.
Pero lo que realmente fue, es un extraordinario escritor, a la
altura de los más grandes, según entendidos en la materia.
Sus descripciones de los personajes, de los paisajes, de los
temas que han tratado sus escritos lo avalan. Recibió varios
premios literarios de diferentes obras, accésit premio
Eugenio D’Ors, accésit premio Ciudad de Ermua, accésit
premio Jara Carrillo, premio revista Ferroviarios, entre
otros. Su obra literaria la han catalogado los entendidos
dentro del realismo literario, y más concretamente en el
realismo trágico. Escribía y publicaba esencialmente para
que la gente leyera sus libros, para regalarlos entre amigos
y familiares, y no sólo para venderlos, aunque perdiera
dinero con ello.
También pintó numerosos cuadros y realizó unas
esculturas-pinturas que distribuyó entre sus familiares y
amigos y que algunas son portada de sus libros.
La novela de “Los Acorralados”, que publicó y presentamos
el 29 de junio de este año en la biblioteca municipal pública
Cardenal Cisneros de Alcalá de Henares, tiene una especial
historia. La novela fue escrita en su juventud. Con el tiempo
se fueron publicando y presentando otros libros suyos, pero
éste en concreto, no entendía yo porqué razón, permanecía
en un cajón mecanografiado y no se publicaba. Durante
mucho tiempo le preguntaba a mi padre el porqué, pero
nunca obtuve una respuesta convincente. Hasta que un día,
hace ya dos años, casi le obligué a que me diera el texto, lo
digitalicé y al poco tiempo se lo entregué corregido con la
intención de publicarlo de una vez. Ahí estuvo un año más
parado, quería corregir alguna cosa, incluso modificar el
final de la novela, pero se cansaba ya mucho, al final se
quedó como lo escribió originalmente. A principios de este
año le convencí, lo publicamos y lo presentamos en un acto
muy entrañable, con muchos de sus amigos. Él ya no pudo
asistir a este acto y me pidió que le representara en su
nombre y así lo hice. En el momento actual, estamos
promocionado el libro, como un homenaje más a mi padre.
Fue su último libro publicado.
Alguna vez me comentó que tenía decenas de artículos
archivados que había ido enviando a los medios de
comunicación y que había suficiente materia para
publicarlos todos en un libro. Tomé nota.
Siempre se lamentó de no haber escrito mucho más, era su
gran pasión, leer y escribir. Y en alguna ocasión me dijo
que, aunque estaba, en general, muy satisfecho de toda su
obra, que no lo estaba tanto con los personajes principales de sus novelas, los consideraba débiles, conformistas y pusilánimes.
A principios del año pasado fue invitado a dar una charla
sobre su obra literaria y en especial sobre su libro “El Ruta”
en la Biblioteca Municipal Pública de Galápagos organizado
por su directora. Le animé a acudir, que yo le acompañaba,
a pesar de que ya no quería moverse mucho. Al final acudió
el solo. Me comentó que fue un acto muy bonito. Unos
meses más tarde, en noviembre, acudimos a otro acto
celebrado en el auditorio de “El Posito” en Sigüenza,
organizado por la Diputación Provincial de Guadalajara, en
colaboración con la red de bibliotecas municipales de la
provincia. Más de cuatrocientas personas de clubes de
lectura de diferentes bibliotecas, departieron con mi padre
sobre su novela “EL Ruta”, asistieron, entre otros, otro
escritor seguntino muy amigo de mi padre que también
presentaba un libro, el Ayuntamiento de Sigüenza,
representado por sus concejalas de Cultura y de Mujer, y la
directora de la Biblioteca de Galápagos, persona muy amiga
de mi padre y a la que le estamos muy agradecidos por
muchos motivos. Fue un acto muy entrañable, mi padre se
sintió muy a gusto todo el tiempo, olvidándose por un
momento de todos sus males. Fue su última aparición en
público.
Era, en palabras de Machado, “un hombre, en el buen
sentido de la palabra, bueno”.
En el mes de junio del pasado año, le diagnosticaron una
dolencia grave. Fue un golpe inesperado para todos
nosotros. Nuestra vida cambió radicalmente. Aceptó, sin
dudarlo, el tratamiento ofrecido por los médicos. La
medicación que se tomaba era cada vez más fuerte a
medida que pasaban los meses.
Los últimos quince meses fueron muy duros para él y para su familia. Él quiso luchar hasta el final y nosotros le apoyamos, le ayudamos en todo. Fueron interminables los días en el hospital, de consulta en consulta, de espera en espera, de pruebas médicas, horas y horas, se cansaba
mucho, pero resistía, me decía “hijo, hay que hacer caso a
los médicos, no saben mucho, pero nosotros sabemos
menos”. Y ahí estuvimos meses y meses. Sólo mi familia y
mi madre, sobre todo, sabemos lo que luchó, luchamos.
En los últimos días nos decía que cuidáramos de nuestra
madre (en eso estamos papá ahora). Le contestábamos que
todo estaba en orden y que estuviera tranquilo.
En la madrugada del 31 de agosto de 2023, nos dejó.
Murió, como vivió, con dignidad.Su sola presencia nos llenaba la vida, ahora en su ausencia nos la vacía.
Aprendí, aprendimos de él muchas cosas, ese es el
importante legado que nos dejó. Aprendí a no darme por
vencido, a luchar por las cosas. Aprendí a querer a mi
familia y amigos. Aprendí a valorar las cosas, por muy
insignificantes que fueran. Aprendí a no ver sólo lo negro o
lo blanco, si no a valorar también el gris. Aprendí a respetar
a los demás.
Aprendí a vivir y aprendí a morir.
Gracias papá, te queremos.
“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte
contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la
muerte tan callando; cuán presto se va el placer; cómo
después de acordado da dolor; cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado fue mejor.”
(Jorge Manrique)
Octavio Vela López.
Octubre 2023
Lo siento mucho. Una muy buena persona. Le conocí como Interventor de la sucursal del Banco Central, luego BCH, del Chorrillo. Nos hacía gracia que usaba siempre, un dedal de goma para contar los billetes. De forma regular nos veíamos y me saludaba amablemente. Tengo en casa algunos de sus libros dedicadas por él. Persona a la que recordaré con cariño.
Soy su hijo Octavio Vela. Muchísimas gracias por sus comentanrios. Un fuerte abrazo.
DEP. Lo conocí en los años setenta. Político de los “de antes”, pobre y luchador por los más necesitados. Y como bancario, “señalado” por su posicionamiento político y a la vez cumplidor de su trabajo en el más amplio sentido del término. Y como escritor, de esa primera novela que hablaba de los problemas, y virtudes, de una pequeña oficina bancaria en la que convivían personas de distintas ideologías y todas convivían en pro del mismo objetivo. Lo que es la vida, estoy seguro que muchos de los “nuevos socialistas”, de esos que aplauden “los cambios de opinión”, no saben quién fue. Descansa en paz. Y un fuerte abrazo de consuelo a la familia.
Soy su hijo Octavio Vela. Muchísimas gracias por sus comentarios. Un fuerte abrazo.