Alcalá,10 de enero.- Los trabajos que se están llevando a cabo en el entorno de la Puerta de Madrid han dejado al descubierto una parte de la muralla del siglo XIV que rodeaba el recinto del palacio Arzobispal. En concreto, durante la intervención que se está llevando a cabo en la plaza de la Puerta de Madrid, como parte de la fase II de los trabajos peatonalización e implantación de zona de bajas emisiones, han aparecido los restos de un lienzo de muralla de la antigua fortificación.
La alcaldesa Judith Piquet y el concejal de Patrimonio Histórico, Vicente Pérez Palomar han visitado las obras para ver los restos de cimentación de la muralla. Vicente Pérez, ha afirmado que “la documentación de este paño de muralla permite ampliar nuestro conocimiento sobre la trama urbana de la ciudad medieval, el importante papel defensivo de la puerta de Madrid y la potencia de las defensas organizadas por Pedro Tenorio en el turbulento Siglo XIV para proteger el Palacio Arzobispal”.
En concreto, se ha localizado una base de arcillas de color rojizo amarillento, la cimentación y parte del alzado, incluso con los revocos, que pertenecen al viejo lienzo mandado construir en las últimas décadas del siglo XIV para reforzar las defensas del palacio de los arzobispos de Toledo, señores de Alcalá y su tierra.
La parte de lienzo hallada ahora formaba parte del tramo que conectaba la torre número XIII con la Puerta de Madrid. Esa parte de la muralla fue demolida en los años 60 del pasado siglo XX junto con la casa que se encontraba adosada a la torre XII (esquina de Andrés Saborit con Puerta de Madrid).
El recinto amurallado es el vestigio más importante que ha llegado hasta nuestros días de la Alcalá medieval, el Burgo de Santiuste o Alcalá de Santiuste que comenzó a crecer en torno al templo de los Santos Niños tras la repoblación que siguió a la reconquista cristiana de este territorio por parte del arzobispo Bernardo de Sedirac en 1118.
El rey de Castilla, Alfonso VII, donó la villa de Alcalá a los Arzobispos de Toledo en 1129, que a partir de este momento se convertirían en los señores tanto temporales como espirituales de todo el territorio.
Como parte de la recuperación de este emplazamiento, los prelados levantaron un palacio-fortaleza, que debió estar ubicado en su ubicación presente. En concreto, fue durante la época del arzobispo Jiménez de Rada (1209-1247) cuando comenzó a erigirse esa nueva residencia, así como el cercado de la villa con un potente alcázar y robustas defensas.
Todo el conjunto urbano quedó abrazado por aquella primitiva muralla. Siglo y medio después, el arzobispo Tenorio (1377-1399) amplió el recinto del palacio y edificó la cerca interior con sus torres, entre las que sobresale el torreón de Tenorio que aún podemos contemplar entre la plaza del Palacio y la de las Bernardas. Esta cerca interior, a su vez, dio lugar a un espacio defensivo interior conocido como “albacar” (lugar de refugio para la población), enclave que hoy conocemos como huerta del Palacio Arzobispal. Y un fragmento del lienzo que formaba parte de esa zona fortificada es el que ahora ha salido a la luz.
Las murallas de Alcalá
Los recintos amurallados de la villa de Alcalá fueron el resultado de sucesivas modificaciones y ampliaciones durante varios siglos.
El 3 de mayo de 1118 el arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac (1086 – 1124) ganó Alcalá la Vieja a los musulmanes, quedando bajo su jurisdicción. Tras la conquista, la villa conoció una etapa de prosperidad económica, gracias a los privilegios para hacer ferias de ganado que concedieron los reyes castellanos Alfonso VIII y Alfonso X. Las necesidades defensivas, propias de la inseguridad política y militar del momento, hacen que el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada (1209 – 1247) decida amurallar la villa medieval (denominada entonces Burgo de Santiuste) y construir unas casas arzobispales en el lugar que hoy ocupa el Palacio Arzobispal. Esta construcción inicial se realizó en la segunda mitad del siglo xiii, era de forma circular. Abarcaba un espacio intramuros de 37 hectáreas, y disponía de siete puertas: la de Madrid, la de Santa Ana o del Postigo, la del Vado, la de Fernán Falcón, la de Guadalajara, la de la Judería, y la de Burgos.
Fortaleza arzobispal
Durante el arzobispado de Pedro Tenorio (1377-1399) se reedificaron amplias zonas de la cerca que rodeaba al Palacio Arzobispal, alterando su traza en el sector meridional. El conjunto amurallado, que defendía al palacio, constaba de 22 torreones (de los que hoy se conservan 16). Como marca personal de las reformas impulsadas por el arzobispo Tenorio, insertó su escudo en los torreones números 13 y 15, situados en la actual calle Cardenal Sandoval y Rojas; y en un tercero que lleva su nombre (Torreón de Tenorio), localizado en una esquina del Palacio Arzobispal, junto a la plaza de las Bernardas. De esta parte son los restos hallados durante las obras de peatonalización
Segundo recinto de la villa
Hacia 1454, el arzobispo Alonso Carrillo de Acuña (1446-1482) inicia su construcción ampliándolo hacia el este, abarcando al nuevo caserío edificado extramuros, además de la plaza del Mercado (actual plaza de Cervantes) y el monasterio franciscano que acababa de fundar (posteriormente denominado de San Diego, y en la actualidad cuartel del Príncipe). Abre dos nuevas puertas en el lienzo este: la Puerta de Guadalajara (en la actual plaza Puerta de Mártires) y la Puerta de Aguadores (en la plaza de los Doctrinos). El lienzo sur también amplía su perímetro, trasladando la Puerta del Vado (a la actual plaza Puerta del Vado) y construyendo la de San Julián (al final de la calle de San Julián) y la Puerta Nueva, situada entre la de San Julián y Aguadores (hacia la esquina entre las calles del Carmen Descalzo y Santo Tomás de Aquino). Se mantiene parte del lienzo oeste (se desplaza la Puerta de Santa Ana hacia la plaza que hoy lleva su nombre) y el norte se amplía con la Puerta de Santiago, situada en la actual plaza de Atilano Casado. Esta ampliación se acabó de levantar hacia 1475, e incremento con 294.240 m² el recinto amurallado. En 1565 se contabilizaban 39 torreones rectangulares, con zócalo de mampostería, y unidos por lienzos almenados de fábrica mudéjar (construidos a base de ladrillo, mampuesto y tapial).
En la actualidad, del recinto amurallado de Alcalá de Henares se conserva casi completamente la fortaleza arzobispal: un lienzo de unos 700 metros que rodea al Palacio Arzobispal y 16 torreones. El segundo recinto fue demolido en el siglo xix, quedando la Puerta de Madrid, el Arco de San Bernardo, y restos muy fragmentarios en la plaza de San Lucas (cimentos de la muralla y torreones, así como un antiguo pasadizo conocido como callejón del Horno Quemado).
Las murallas tenían múltiples funciones: defensiva, fiscal y simbólica. Constituían el elemento fundamental que definía la imagen de la villa medieval. Servía para protegerla militarmente y controlar sus accesos. Además, establecía el límite del marco jurídico y fiscal del que gozaban sus pobladores, frente a los menos privilegiados habitantes de extramuros.1
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