Por Baltasar Bermejo. Miembro de la Institución de Estudios Complutenses
Capítulo 2
Si por algo es conocida Alcalá de Henares, es por ser una ciudad unida al
saber. Las ciencias, las humanidades y el arte siempre tuvieron en nuestra
ciudad un refugio y un lugar de expansión. Se me ocurren, a bote pronto,
algunos vestigios que han perdurado hasta nuestros días de lo expuesto
anteriormente, como la Casa de Hippolytus, que fue un colegio para jóvenes
complutenses en época romana; posteriormente los Estudios Generales,
fundados por el Cardenal García Gudiel con la aprobación del Rey Sancho IV
de Castilla “el Bravo” en 1293, y que fueron ubicados originalmente en los
alrededores de la actual plaza de la Victoria, y posteriormente en las
proximidades de la plaza de San Diego; y también la joya de la corona, la
Universidad Cisneriana que desde 1499 tanto prestigio, grandeza y esplendor
ha dado a Alcalá, llegando a convertirse en Universidad Patrimonio de la
Humanidad, título que ostentan solo cinco universidades en el mundo, siendo la
única que lo posee en España, y que sirvió de modelo a la UCV de Caracas y
la UNAM de México, que también lo son.
Dentro del ámbito militar, Alcalá fue sede de la Academia de Ingenieros
Militares entre 1803 y 1823, ubicada en los colegios de los Basilios,
Mercedarios y Manriques, contiguos en la calle de Roma, actual calle Colegios.
También lo fue de la Academia de Artillería entre 1830 y 1837, entonces
llamado Real Colegio de Artillería, ubicado en el actual Colegio de Málaga, hoy
sede la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá. Y como no
hay dos sin tres, también acogimos, aunque por poco tiempo, la Academia de
Caballería, que, con el nombre de Colegio de Caballería, formó a los cadetes
de dicha Arma desde finales de 1850 a mediados de 1852 en el colegio de San
Ildefonso.
Esta emotiva introducción viene al caso, porque también en saber y
enseñanzas aeronáuticas, Alcalá siempre estuvo en primera línea desde los
comienzos de la aviación en nuestro país, hasta la mitad de la década de los
sesenta del pasado siglo XX.
Retrotrayéndonos a mediados de 1912, cuando ya comenzaron a circular
rumores de la posible creación de la Escuela Nacional de Aviación (ENA),
organismo de carácter civil y paralelo a la ya existente Escuela de Aviación
Militar de Cuatro Vientos, que ya formaba pilotos militares desde comienzos de
1911.
El Ayuntamiento de Alcalá mostró rápidamente su interés por el asunto en
sendas sesiones de 21 de junio y 23 de agosto de 1912. Pero fue el 7 de marzo
de 1913 cuando la Dirección General de Industria Comercio y Trabajo,
dependiente del Ministerio de Fomento publica las bases del concurso para
dotar de una sede a la mencionada escuela civil. A partir de esa fecha comienza una frenética actividad por parte del ayuntamiento complutense presidido por el alcalde D. Felipe Mota Gámez y del Diputado a Cortes por Alcalá de Henares D. Vicente Buendía, así como del presidente del reputado gremio de labradores alcalaíno y gran benefactor de nuestra ciudad D. Miguel Atilano Casado, para conseguir que se instalase la ENA en Alcalá, usando para tal fin todas las influencias políticas desde el ámbito complutense.
Para ello el ayuntamiento ofreció al Ministerio de Fomento, de manera gratuita,
unos terrenos en la finca llamada “Pago de los Cercados” que reunía las
condiciones establecidas en las bases del concurso, que entre otras eran un
terreno llano de 400 por 800 metros y una buena comunicación con Madrid. El
14 de abril, el Ministro de Fomento anunció que la ENA se establecería en
Getafe, en los terrenos de la Dehesa de Santa Quiteria, por ofrecer estos una
mejor calidad que los de Alcalá, tras el informe técnico, y ser la opción favorita
del Conde de Morella, ya nombrado por el Rey Alfonso XIII director de la ENA.
Fue un triste revés para las aspiraciones aéreas de nuestra ciudad, pero como
no hay mal que por bien no venga, por aquel entonces, el coronel Pedro Vives
Vich, Director de la Aeronáutica Militar y con fuertes vínculos alcalaínos, y el
capitán Alfredo Kindelán Dunay, jefe del nuevo Servicio de Aviación, estaban
estudiando la posibilidad de instalar en Alcalá un campo de vuelo militar que
sirviese como etapa intermedia entre Madrid y Guadalajara, donde tenía su
sede el Servicio de Aerostación, y que a su vez, aliviase a la Escuela de
Cuatro Vientos en las prácticas de vuelo de los alumnos aspirantes al título de
piloto militar.
Tras diversas reuniones de Vives y Kindelán con la corporación municipal
complutense y algunos propietarios de los terrenos elegidos, se autoriza que a
partir del 1 de septiembre de 1913 comiencen las prácticas de vuelo en la
entonces llamada “estación de prácticas de aviación”, que tomó el nombre de
aeródromo militar del Campo del Ángel, por estar situado en la zona donde
estuvo la ermita del Santo Ángel, cerca de lo que hoy conocemos como parque
de Gilitos y que se usaba como campo de instrucción y maniobras de los dos
regimientos de caballería que estaban acantonados en Alcalá.
Estas decisiones supusieron para la ciudad complutense convertirse en sede
del segundo aeródromo militar creado en España, del que se han cumplido el
pasado mes de septiembre ciento diez años, un periodo muy corto para la muy
dilatada historia de nuestra ciudad, pero muy apasionante por lo que veremos a
continuación y de lo que tristemente no nos queda prácticamente ningún
vestigio patrimonial, exceptuando la Cruz del Siglo (hoy trasladada unos
quinientos metros al sur de su emplazamiento original, que se encontraba más
cercano al aeródromo) y que sirvió de referencia geográfica para nuestros
primeros alumnos pilotos y también de amparo espiritual para esos momentos
cuando las cosas, en segundos, se tornan difíciles y complicadas en el aire
durante el vuelo, como bien saben los aviadores y que tanto reconfortan al
tomar tierra sanos y salvos.
El coronel Vives designó como primer jefe del nuevo aeródromo, al capitán de
Estado Mayor Alfonso Bayo de Lucia, perteneciente a la segunda promoción de
pilotos militares y hermano del también capitán Celestino Bayo, tristemente
recordado por ser el primer aviador militar español fallecido en acto de servicio
el 29 de junio de 1912.
Junto a Bayo, se designó como profesores auxiliares al teniente de Infantería
Julio Ríos Angüeso (que sería posteriormente el primer aviador condecorado
con la Cruz Laureada de San Fernando, máxima recompensa militar española,
por sus acciones en el protectorado de Marruecos) y al teniente de Sanidad y
también piloto Carlos Cortijo, todos miembros de la segunda promoción
formada en la Escuela de Cuatro Vientos.
Siguiendo el curso de la historia, ya contamos en Alcalá con un aeródromo,
cuyas instalaciones de hangares y cobertizos se encontraban en un estado
muy precario, (ubicadas en lo que actualmente es el colegio Antonio de Nebrija,
entre las calles San Ignacio de Loyola, Villalbilla y Jorge Guillen en el barrio del
Chorrillo); con una plantilla de profesores y de personal auxiliar para atender
las necesidades del establecimiento y de las aeronaves; y con un plan de
instrucción para los aspirantes a piloto, que analizaremos más adelante. Todo
ello, como se comentó anteriormente, con el visto bueno del jefe de la
Aeronáutica Militar, el coronel Vives, y de la corporación municipal alcalaína.
Solo faltan los aviones y los alumnos para que dé comienzo una nueva y muy
arriesgada actividad docente en la vieja Alcalá, cuna del saber hispano. Y por
fin llegaron, un todavía veraniego primero de septiembre de 1913, cuando
aterrizaron en el Campo del Ángel los aviones asignados al nuevo aeródromo,
tres Maurice Farman MF 7 llamados por los aviadores “aceituna” por su cabina
similar al pipo del preciado fruto del olivo y el consiguiente color verde en que
iba pintada. Al primero de los aviones, con el número de cola 6 pilotado por
Bayo y Ríos, siguieron otros dos pilotados por el teniente Cortijo y por los
alumnos en prácticas teniente Roberto White de Santiago, y los alféreces de
navío Gil de Sosa y Mateo Sagasta. Posteriormente un cuarto Farman tomó
tierra en Alcalá, pilotado por el teniente Antonio Espín, el cual regresó a Cuatro
Vientos al atardecer del mismo día. Aquí comienza realmente la historia
continuada y la tradición aeronáutica de la que nuestra ciudad puede hacer
gala con orgullo de altos vuelos.
En el siguiente articulo veremos más vicisitudes de esta escuela, cuna de
aviadores, tan poco conocida y considerada. Haremos referencia a las
promociones de pilotos que aquí se formaron, sus profesores, así como los
tipos de aviones que volaron por Alcalá desde 1913 a 1934, algo más de dos
décadas formando aeronautas, y la influencia tan positiva y moderna que tuvo,
tanto en la ciudad complutense, como en el desarrollo inicial de la aviación
militar española, que tantos éxitos cosechó desde su origen gracias a la pericia
de sus aviadores y la excelente formación de estos, impulsada desde el Cuerpo
de Ingenieros Militares, autentico embrión y motor de la misma.
Como conclusión del artículo, la ciudad de Alcalá de Henares perdió, en un
primer envite, convertirse en sede de la Escuela Nacional de Aviación, de
carácter civil, que por cierto tuvo una efímera vida en Getafe, pero en un
segundo envite, ganó el ser designada como el segundo aeródromo militar de
España, después de Cuatro Vientos, y así albergar durante varias décadas una
de las escuelas de vuelo militares más importantes y menos conocidas en la
historia de la aviación española, hecho refrendado por las muchas proezas y
hazañas de los cientos de aviadores en ella formados y que tanto honor y gloria
dieron a las alas hispanas e iberoamericanas.
Baltasar Bermejo
(Miembro de la Institución de Estudios Complutenses)
Email: balta.berme17@gmail.com
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