Seamos sinceros. A casi nadie le gusta que la base militar Primo de Rivera, el antiguo Centro de Instrucción de Reclutas en la carretera de Meco, se convierta en un centro de redistribución de inmigrantes que llegan a España desde el continente africano, un centro con capacidad para casi 1.500, y que pocos dudan que tal y como está el problema de migración va a quedarse para este fin. Porque en efecto, los cayucos y las pateras seguirán llegando por el Atlántico y por el Mediterráneo a Canarias, a Andalucía e incluso a Levante y Baleares, en rutas cada vez más peligrosas a la hora de surcarlas en endebles embarcaciones. Y evidentemente desde esos lugares de llegada a territorio español hay que distribuirlos lo más rápido posible para evitar colapsos con sus constantes llegadas.
La verdad es que en este contexto, el cuartel Primo de Rivera de Alcalá es ideal para ser ese centro de redistribución. Cualquier gobierno de España, sea de izquierdas o de derechas, lo utilizaría para ese fin. Se trata de un espacio enorme, edificado con grandes estancias para habitaciones, aseo, comedores, etc. Además, está vigilado por un destacamento militar y vallado perimetralmente. No va a ser un lugar de reclusión pero sí que va a estar dotado de seguridad en su interior.
Otra cosa es que cualquier gobierno municipal complutense aceptara con alegría la estancia permanente de hasta 1.500 migrantes en ese lugar. Se puede tener más o menos solidaridad, se puede creer más o menos en los derechos sociales. Pero que ese espacio quede para redistribuir permanentemente a migrantes que llegan a España y además, en tan alto número, no es plato de gusto para nadie. “Repartamos la solidaridad”, diría cualquier gobernante afectado.
Es de todos sabido que esa población es de paso, que llegan a España como puerta para seguir hacia Francia, hacía Inglaterra, hacia Alemania y hacia muchos otros países europeos. En consecuencia, desde el momento en que lleguen al acuartelamiento Primo de Rivera, su idea será la de conseguir cuanto antes la documentación necesaria para poder llegar a su destino soñado. Sin embargo, todo apunta a que las plazas que vayan dejando los que seguirán su camino, serán ocupadas por otros que llegan a Canarias, o a otros puntos de la costa española o de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Como decimos, cualquier alcalde trataría de limitar la presencia de esta población en su término municipal y apelaría a que la solidaridad debería repartirse, porque, insistimos, a casi nadie le gusta que en su localidad lleguen cientos y cientos de personas a las que hay que dar servicios, amén de que tal concentración humana puede producir problemas de inseguridad. Esta es una realidad que no debe ser asociada a un binomio migrantes-delincuencia, pero a nadie se le escapa que potencialmente puede haber problemas de inseguridad al tener a un colectivo tan grande y sin recursos en un espacio en el que no se conoce a ciencia cierta el régimen que van a tener los residentes, sin van a tener libertad total o parcial de movimientos porque no hay que olvidar que el acuartelamiento es una instalación bajo vigilancia militar en la que a menudo hay actividad militar de transporte y alojamiento de personal de las fuerzas armadas de paso.
Todos estos son puntos que causan preocupación y es algo que no se debe ocultar. Pero sobre todo hacen pensar en los planes que hubo sobre el acuartelamiento desde que la Brigada Paracaidista lo abandonó para su traslado a Paracuellos de Jarama. Hubo a quienes, como dice el refrán, los dedos se le hicieron huéspedes y pensaron en una recalificación para construir viviendas, algo inmediatamente descartado. Hubo también quien apuntó en ceder ese espacio a la universidad de Alcalá y sobre todo, quienes pensaron, incluso desde el gobierno de España, pero sobre todo desde la ciudad complutense, que el lugar debería albergar una unidad militar, a ser posible de importancia, para mantener la tradición castrense de Alcalá. Esto, si no se hizo fue por el enorme gasto que se requiere para la transformación de unas instalaciones militares obsoletas en un moderno centro castrense del siglo XXI.
El acuartelamiento está, por tanto, en varias disyuntivas: Migrantes, estudiantes o soldados. Sin embargo, a día de hoy parece que los que se van a quedar son los migrantes.