El pasado domingo 28 de julio la cofradía alcalaína de las santas Justa y Rufina celebró su tradicional misa anual en la parroquia de San José. Los miembros de esta antigua hermandad son herederos de los alfareros de la ciudad. Todos los años se reúnen para honrar a sus patronas, dos vírgenes y mártires sevillanas de los primeros siglos del cristianismo.
Antes de empezar la Eucaristía, oficiada por el salesiano P. Eustaquio Sánchez, el estandarte de la cofradía fue colocado en el altar. En él aparecen representadas las santas con sus atributos habituales: las palmas del martirio, unas vasijas de barro (eran alfareras de profesión) y la torre de la Giralda al fondo.
Durante la homilía, el P. Sánchez aludió al valiente testimonio de las santas Justa y Rufina, a las que definió como “artesanas del amor”, animando a todos los fieles a seguir su ejemplo de coherencia y fortaleza frente a las adversidades y a seguir viviendo los vínculos de caridad y entrega hacia los demás.
Al terminar el sermón se produjo el traspaso de la vara de la hermana mayor saliente, la jovencísima Isabel López Martínez, al nuevo hermano mayor, Daniel Perrino López. Fue un momento entrañable y familiar. En el momento del ofertorio, varios niños de la cofradía llevaron al altar jarritas y pequeños tiestos como signo del oficio cacharrero.
Terminada la misa, los miembros de la hermandad se desplazaron a un restaurante cercano para proceder al cobro de las cuotas de la entidad. Antes de comenzar, el secretario, Santiago Vivas Gago (hijo del recordado alfarero Braulio Vivas “Lali”), dedicó unas emotivas palabras de recuerdo hacia su tío Antonio Gago Martín, miembro de la hermandad fallecido el año pasado. El encuentro concluyó con un ágape fraterno.
Los tres últimos alfares de nuestra ciudad, situados en las calles de don Juan I (antigua Empedrada) y Vaqueras, cerraron sus puertas en la década de 1960 empujados por el imparable avance del plástico. Queda atrás el trabajo artesanal del barro, extraído de los cerros, su laboriosa y delicada preparación en el torno, su posterior secado y cocción en los hornos de estilo árabe. El proceso daba como resultado una variopinta producción de tiestos, cántaros, barreños, botijos, cangilones, campanillas de san Isidro, tubos sifónicos,…
Los hijos, nietos y bisnietos de los alfareros de Alcalá continúan fieles a esta hermosa tradición que pretende mantener vivas, año tras año, las raíces de sus antepasados y el recuerdo de un oficio verdaderamente encantador.
Miguel Ángel López Roldán